18/12/08

El sol

De Eduardo Galeano, en "Bocas del Tiempo"

En algún lugar de Pennsylvania, Anne Merak trabaja como ayudante del sol.
Ella está en el oficio desde que tiene memoria. Al fin de cada noche, Anne alza sus brazos y empuja al sol, para que irrumpa en el cielo; y al fin de cada día, bajando los brazos, acuesta al sol en el horizonte.
Era muy chiquita cuando empezó esta tarea, y jamás ha faltado a su trabajo.
Hace medio siglo, la declararon loca. Desde entonces, Anne ha pasado por varios manicomios, ha sido tratada por numerosos psiquiatras y ha engullido muchísimas pastillas.
Nunca consiguieron curarla.
Menos mal.

Las trampas del tiempo

De Eduardo Galeano, en "Bocas del Tiempo"

Sentada de cuclillas en la cama, ella lo miró largamente, le recorrió el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole las pecas y los poros, y dijo:
-Lo único que te cambiaría es el domicilio.
Y desde entonces vivieron juntos, fueron juntos, y se divertían peleando por el diario a la hora del desayuno, y cocinaban inventando y dormían anudados.
Ahora este hombre, mutilado de ella, quisiera recordarla como era. Como era cualquiera de las que ella era, cada una con su propia gracia y poderío, porque esa mujer tenía la asombrosa costumbre de nacer con frecuencia.
Pero no. La memoria se niega. La memoria no quiere devolverle nada más que ese cuerpo helado donde ella no estaba, ese cuerpo vacío de las muchas mujeres que ella fue.

17/12/08

Otros nos



Por Sofía Bartoli De Palma




No hay detrás de estas palabras la idea de un cuento rosa. Son sensaciones hermosas que se buscan compartir, expresar, agradecer, no más que eso.
Nada de lo que imaginé se condice con este momento, replicó. Lo real no tiene nada que ver con lo que pude haber imaginado, era otra cosa, agregó. Y es cierto. A veces uno idealiza situaciones, busca siempre hacerlo, eso hace bien en algunos casos, ir por más. Pero ¿cuando ya no se quiere ir por más? Cuando lo simple, lo de hoy, lo de ayer, lo de ese fin de semana vale más que pensar en un lindo futuro. Cuando se está harto de soñar y de que esos sueños caigan despedazados por alguna nube negra más espesa. Cuando los sentimientos no son los sueños color de rosa sino los momentos bonitos más inoportunos. ¿Qué se hace?
¿Qué hace uno cuando siente que la felicidad la encuentra en pedacitos de tiempo, y que esos pedacitos pueden o no formar parte de una línea larga futura, pero que eso no quita el sueño? ¿Dejamos todo y nos encerramos porque la gente no concibe como cuerdas a las personas sin sueños? ¿Sin sueños? (Cele, ¿no tengo sueños? ¿Las personas maduran pero no sueñan?, ¿entonces no maduré y te equivocaste?)
Me pregunto, mientras miro. Te miro.
Miro como la abrazás, como a una fiel compañera. Lo es. Tus movimientos son bruscos pero acertados, tus párpados no se abren, pero sabés que estoy ahí y eso no te inquieta. Los abrís y efectivamente la imagen es real. No te molestás. Está bien, la charla es amena. Las conversaciones interminables. No se habla del futuro. El diálogo es hoy, las palabras del ayer, pero no hay mañana porque no se busca. Si lo quisiéramos, seguro que lo encontraríamos, pero no es el caso. No es el momento, aún.
Aún no.
Pero eso hermoso, esa tranquilidad se percibe a través de los rayos de sol que entran por aquel balcón que tantas lunas vio salir con las persianas abiertas. El calor entibia pero no agobia. Te acompaño, ¿vamos?
Y el saludo fue un hasta otro momento de comodidad, a veces en silencio, nose si habrá un mañana repentino y desesperante. No lo sé pero tampoco quiero saberlo, no es mi idea, no es la tuya. Es hoy, fue ayer. No necesita un mañana.

9/12/08

¿ Y los derechos del niño ?


Por Cristian Molina



“Iba un niño de once años solamente.
Mendigando unas monedas pa poder sobrevivir,
Abandonado por la suerte y la madre que lo trajo,
como quien ha entrado al mundo un mártir para sufrir…”
Carlos Ramón Fernández



Entre las monedas de cinco, diez y cincuenta centavos la recaudación del día alcanzaba los cuatro pesos. Mauricio y Rocío contaban una a una las monedas que habían obtenido en el caluroso mediodía platense. La temperatura oscilaba los 30º y los hermanitos ayudaban a los pasajeros a subir al taxi a cambio de unos pocos centavos que para ellos significan mucho, significa comprar el pan o la leche para sus hermanos.

La transitada esquina de 12 y 54 de la ciudad de La Plata, es el lugar elegido por estos niños que a diario, piden monedas para llevar a sus hogares. Mauricio con una descolorida remera de Boca y su hermana Rocío vestida con pollera de jeans y remera violeta no pueden disfrutar de los juegos y de la diversión como cualquier niño de su edad.

La escuela se transformó en el espacio donde todos los mediodías reciben un plato de comida en el comedor. No pueden disfrutar de los juegos de una plaza porque todas las tardes deben salir a “cartonear” junto a su madre que se encuentra a cargo de los 4 hijos, con un esposo que los abandonó.

“Venimos a esta esquina cuando salimos del comedor de la escuela y nos quedamos hasta las cuatro de la tarde que nos pasa a buscar mi mamá”, cuenta detalladamente Mauricio, de ocho años ante la mirada atenta de su hermana.

De lunes a sábados, estos niños buscan una salida a la cruda realidad que les toca vivir, alejados de una infancia llena de juegos, educación y salud digna.

La mirada de los transeúntes se estaciona sobre los niños cada vez que les piden una moneda. “No tengo, pibe”, “Salí”, “Basta, Basta” son algunas de las frases que recaen sobre estos hermanitos que, a pesar de su corta edad, reconocen la discriminación que sufren por parte de algunas personas.

En un contexto social muy pobre, de exclusión y marginación, los sueños y esperanzas de estos niños se diluyen en el camino. Mauricio cursa 2 grado y Rocío cuarto, entre ambos y pese a la timidez de la ocasión, manifiestan que “hace como cuatro meses que venimos a trabajar con los taxis a esta esquina porque nuestra mamá estudia acá cerca”.

La situación que atraviesan los hermanos se repite cotidianamente en las distintas esquinas de la ciudad donde se observa a chicos vendiendo flores, estampitas, lapiceras o limpiando los vidrios de los coches.

Lejos sí; de un futuro claro con educación y salud y haciendo valer su derecho como niño a “ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación”.

30/11/08

Busque el título detrás de la puerta


Por Sofía Bartoli De Palma


“Cuando uno se deja corromper por esas ausencias que llamamos recuerdos y hay que remendar con palabras y con imágenes tanto hueco insaciable”
Julio Cortázar


Llegué. Qué alivio. Necesitaba mi tranquilidad. La tranquilidad de saber que estoy a salvo. Aquí lo estoy, eso es seguro, este es un lugar seguro. No hay miedos, no hay vergüenzas, no hay muros que construir. Este es mi muro.
Lo logré. Me fui de ese calvario donde la soledad es una sombra que a veces me atrapa y me sumerge en estos terrenos de sensaciones inexplicables, donde aquí sí quiero estar sola. No entres. No molestes. Nadie puede estar conmigo en este lugar, porque es mio. Cuando quiero compartir, lo hago, te invitaré si es posible, pero no vengas si no te he llamado.
Grito. Nadie reclama por sus oídos. Lloro. Ninguno se acerca a consolarme, y está bien, porque no quiero, cuando quiero dejo caer las lágrimas para que me veas, para que me socorras. Hoy puedo y sé socorrerme más que nadie. Porque estoy aquí.
Escribo. Las letras son mías. No soy egoísta, es mi lugar, es mi momento, acá no tengo miedo. Porque es el miedo el que me trajo. El miedo de no sentirme segura. La seguridad ¿es mi miedo?, no lo sé. Las hojas con garabatos azules intentan explicar esta maraña de pensamientos que no tienen un fin en si mismo, no hay dos hojas que sean continuas. Los pensamientos afloran y así quedan plasmados. Si no hay coherencia es porque mi cabeza no está ordenada. ¿Está mal eso?
Alguien golpea. Pero cómo, si nadie sabe que estoy aquí. No hago ruido, intento engañarlo, temo que esa entrada me desestabilice.
Intriga. ¿Cómo lo supo? Insiste. Quiere entrar. Me cuenta una historia detrás de la puerta. Esa historia la conozco. Me incluye. Apela a llenar mis ausencias con recuerdos, remenda los lugares vacíos con palabras. Eso lo leí en un libro anoche. ¿Cómo lo supo? Lloro, pero esta vez es confuso. Estoy en mi lugar, el llanto sigue siendo mío pero alguien lo escucha. Esa sombra que se trasluce por debajo de la puerta escucha mi llanto, ¿es quien me hace llorar? ¿Abro la puerta? ¿Te dejo entrar? Pero este es mi lugar.
Grito. Me escucha. Lloro, pero no busca socorrerme. Llora conmigo. Escribo. Hay un silencio tibio, que se rompe pero no se perturba con aquellas pinceladas. La puerta aún está cerrada, pero escucho. Sigo aquí. Sigue ahí. Una fuerza inexplicable me obliga a quedarme despierta, atenta, alerta. Estoy en mi lugar sola, pero detrás de esa puerta alguien me acompaña o quiere hacerlo.
No le abro, lo decidí… no lo haré. Dije que este lugar era mío.
Despierto. Estoy del otro lado de la puerta, un suspiro me sorprende, está ahí.
PD:
"Relato con un fondo de agua", Julio Cortázar, es el cuento recomendado... y Morcheeba lo ideal para leer este texto...
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13/11/08

Homero

Por Paola Lemme

Él era una de las cosas más especiales que podían haberme pasado.
Era capaz, como nadie, de despertar en mí una ternura y amor inconmensurables.
Era verlo y desesperar de ganas de abrazarlo, besarlo, sentirlo.
Era esperar cada encuentro con terribles ansias.
Esperar la sorpresa de sus gestos nuevos, de sus palabras nuevas.
Esperar cúanto más de belleza iba a regalarme.
Era verlo sonreir, y pensar en la infinidad de formas posibles de hacer perdurar esa expresión de felicidad, de garantizarle la algería eterna.
Era en mí , tan pequeño, cúmulo de sensaciones enormemente bellas.
Era observarlo, tenerlo, dejarlo, añorarlo. Mirarlo, tenerlo, dejarlo, añorarlo. Mirarl...
Eso, todo, era disfrutar del inmenso placer de amarlo.
Lo es.
Homero.

29/10/08

Una Nueva Historia Vieja

Por Nicolás Casullo

“El vínculo orgánico entre propiedad privada de los medios de producción, es decir desigualdad estructural y radical, y ‘democracia’, ya no es un tema de polémica socializante, sino la regla del consenso.”
Alain Badiou

Siempre es bueno comenzar con la cita de un filósofo francés cuando uno es un “intelectual”. Además, cuando tal filósofo hace referencia a brutales olvidos en nuestras formas actuales de la política. Olvido de palabras que solían nombrar críticamente la realidad del mundo, suplantadas por otras palabras raticidas. Ejemplo, el vocablo “consenso”, al parecer naïf, pero que hoy sirve para nombrar una suerte falaz de “mundo-todos-de-acuerdo”, pero mundo al que sin embargo le faltan todos los que no están invitados en esa mesa. Y donde tampoco sobreviven los temas “desaparecidos”, que ni siquiera parecen estar en la memoria de las cosas.
Algo de esto sucede con el tema de los medios de comunicación, su relación con la sociedad como poderes privados, con el Estado, su función y significados en el marco de los conflictos nacionales. De pronto el tema alcanza escena, visibilidad en el país, una imprevista voz presidencial, intervenciones universitarias, títulos, “Observatorio de Medios”, “Ley de Radiodifusión”, “Grupo Clarín”, “Papel Prensa”. Y es bueno que esto suceda. Es de primera importancia para discutir aquí, como en muchas democracias latinoamericanas atravesadas por los grandes trusts formadores de opinión pública.
Decía del olvido temático, una forma de la barbarie cultural que se padece. Porque hablando en estos días con alumnos y periodistas jóvenes, el litigio sobre los medios parte hoy de un precario punto cero. Como si careciese de todo antecedente. No porta biografía, sino las típicas ideologías del presente donde todo se reduce a un Boca y River sin contenido específico. Esto es, a la imposibilidad de pensar de qué se trata lo que está en tensión: cosa difícil de despejar cuando los propios medios son los aludidos y actores. Olvido entonces de una faceta de la historia política argentina, donde la cuestión de los medios de comunicación de masas fue parte central para pensar inconformistamente nuestra cultura, la izquierda, la derecha, las hegemonías, la contienda de intereses en el campo de las representaciones.

Volver al futuro

Enfatiza el sociólogo Heriberto Muraro –al analizar los Informativos de los canales 9, 11 y 13– sobre “el empleo del noticiero como difusión de ideología conservadora” a partir de “la mutilación y el retoque de noticias”. Apunta sobre “la transformación de dichos programas en una suerte de show”, que pretenden “la neutralización de la información” (aparentar que no se toma posición política), a la vez de “promover falsamente una ideología crítica ‘popular’, transacción ideológica” como dispositivo que procura que el espectador “se sienta comprendido”: con “una identificación inmediata” con la pantalla desde mensajes “parciales y vicarios”. Esto lo estudió y lo publicó Muraro no al otro día del paro agrario, sino en junio de 1972: una época que estaba signada por el encuentro activo de estudiosos y periodistas sobre el espinoso tema de las comunicaciones de masas en la Argentina.
Por ese entonces, 1973, comenzó a editarse una de las revistas más importante de la época, Comunicación y Cultura, uno de cuyos directores, Héctor Schmucler, escribió en su primer número: “La revista escoge la ‘comunicación masiva’ como punto de partida específico del debate político cultural”. Y agregaba que desde ese tema clave, “deben emerger los gérmenes de una nueva teoría y práctica de la comunicación que se confundirá con un nuevo modo de producir la vida”. Señaló al respecto: “Durante los últimos años se ha desarrollado un impetuoso movimiento de estudios sobre la comunicación masiva, que tiñe todo el debate político” sobre qué democracia se quiere.
Efectivamente, los últimos años ’60 y los primeros ’70 trajeron una plena toma de conciencia en los mundos artísticos, periodísticos e intelectuales, no sólo sobre la importancia de discutir la comunicación masiva, sino cómo encarar políticamente la problemática concreta sobre un poder privado, monopolizado en escasísimas manos y que trastrocaba el imaginario de amplios actores sociales.
Escribía en 1970 el otro director de Comunicación y Cultura, Armand Mattelart: “El medio de comunicación de masas es un mito al cual se considera dotado de una autonomía que trasciende a la sociedad misma. Es la versión actualizada de ‘las fuerzas naturales’ que ocultan sus distintas formas de manipulación”, que plantean “modelos normativos” y crean “una comprensión colectiva donde los conflictos son tergiversados”. Argumentaba Ma-ttelart: “Se trata de hacer evidente la actuación del medio, de modificar la estructura de poder de la información de masas, la concentración económica de ese poder, la malformación cultural que sufre la democracia con respecto a los dueños de ese poder”.

Edades periodísticas de crítica

Las polémicas que tienen lugar en la actualidad no dan cuenta de esta historia cultural. Historia que legitima por qué un problema es un problema de verdad. El Gobierno que de pronto da la sensación de romper con “socios” mediáticos a los que ha privilegiado hasta hace muy poco, y los medios que se sienten agredidos simplemente porque pasan de ser sujetos denunciantes a objeto de análisis como actores siempre posicionados, ambas instancias exponen muchas veces “la tierra arrasada” en que se convirtió en los últimos veinte años, al menos, la relación política-medios-crítica. Y también sobre la ausente tarea periodística reflexionándose a sí misma en cuanto a este poder ideológico.
Sin duda, hace cuatro décadas los conflictos a debatir sobre la comunicación masiva se impusieron como una ecuación medular, donde se dirimía qué tipo de sociedad institucional estaba en juego. Esto desde agrupaciones periodísticas peronistas como la 26 de Julio, 26 de Enero, el Bloque de Prensa, que entre los años 1969 a 1974 nuclearon gremial, política e intelectualmente al periodismo más concientizado en la crítica a los medios, o desde una tarea de contrainformación como la de Rodolfo Walsh, ya en plena dictadura. Entre estas dos referencias del pasado, tal arco de experiencias postuló que lo mediático de masas debía hacerse visible en el escenario social: caracterizable, “leíble”, cuestionable desde la crítica política. Sobre todo desde el propio productor de información, y con planteos de corte económico, jurídico y de la misma práctica laboral, ítem referidos directamente a la importancia de la construcción de sentido común societal.
Así lo expuso también un analista del fenómeno, el norteamericano Herbert Schiller, en un documento publicado en 1975 por la UBA: “No se puede hablar ya de política y Estado nacional sin señalar el nuevo poder tecnológico y cultural de las comunicaciones en manos monopólicas. Dichos medios no son ya simple trasmisores de información, sino medios de control social. Se debe pluralizar democráticamente –desde la participación y la crítica de la sociedad civil y política– el tema de las responsabilidades de ese poder privado que se adueña de una controvertida idea de libertad y democracia”.
Fue una extensa experiencia de debate político, que luego quedó borrada no sólo por la edad del exterminio dictatorial, sino por la década del peronismo menemista que terminó de sepultar las huellas de esta herencia y sus diversos partícipes. De tal manera que hoy, el regreso del tema en el propio mundo de la cultura aparece como “sorpresa”, o gesto “autoritario”, o lesionante de una idea mítica de “libertad de prensa” como coro empresarial asumido por un nuevo intelecto conservador.
Todavía para 1986 el sociólogo Oscar Landi puntualizaba: “La democracia post dictatorial no tuvo una decidida intervención de la política sobre el sistema de medios. Entre la propiedad privada de los medios y las intervenciones del Estado, se debió hacer ingresar un tercer elemento: la comunicación como derecho social, a través del cual democráticamente la sociedad interviene en la definición de su sistema de medios”. Agregaba Landi: “En el fondo está en juego cómo se genera la representación en el sistema institucional”.
El alfonsinismo no lo hizo, y con el menemismo se extinguió todo debate importante sobre los medios. Todavía para 1991 expresaba el analista Luis Alberto Quevedo en un congreso sobre Cómo Pensar Política y Medios: “Lo nuevo es el papel productivo de la TV en la formación de la agenda pública, en la construcción de escenarios, en la legitimación y deslegitimación de personas y temas. No se trata de saber cómo la TV oculta la realidad, sino qué realidad construye”.
De esto hace dieciséis años. Pero es ahora. Para aquel entonces el tema ya había abdicado de casi todo protagonismo (incluido el período Kirchner) hasta hoy. La política y la cultura, desde arriba o desde abajo, desde el centro hacia la izquierda (salvo excepciones de escasa repercusión), perdió contacto con sus propios legados en la materia. Con la propia riqueza de sus archivos. Un pensamiento cultural donde las cosas aparecen siempre “nuevas”, repentinas, sospechosas, marca la actual línea de indigencia “posmoderna”. Sería válido entonces recobrar la memoria de que en América latina diferentes sectores avanzados del campo cultural polemizaron y propusieron alternativas a la relación Medios-Sociedad en los ’70 (caso Perú sobre todo), como clave de construcción de una comunidad democrática popular. Y hoy, frente a una nueva coyuntura de conflictos, muchos núcleos políticos lo vuelven a discutir en Ecuador, Brasil, Bolivia y Venezuela.
Tal vez ahora se pueda, de avanzar ciertas inéditas intenciones del Gobierno, reponer y desplegar un debate (cancelado) sobre los medios masivos, en el contexto de una situación donde ninguna identidad política, ninguna instancia gremial o cultural, ni muchas universidades, tiene un discurso que va mucho más allá del sentido común que impone la programática de mercado con su doctrinarismo sobre “la libertad” del alto capital mediático concentrado, y el fetichismo del periodista “independiente”.
A veces los ’70 no son solo muerte y duelo. La memoria también es esto.

Preguntarle a los medios

Por Lázaro Retta
“Preguntad a la jaula qué piensa del ala.
Os contestará: el ala es la rebelión”
Víctor Hugo


Siempre es bueno comenzar con la cita de un filósofo francés cuando uno es un “intelectual”. Sobre todo cuando su metáfora poética sirve para comprender algunas conductas sociales.
Interesa en particular la reacción de los medios masivos de comunicación ante el debate público a cerca de temas como Ley de radiodifusión, observatorio de medios, grupo Clarín y Papel Prensa. Cabe aclarar que ninguno de dichos debates hubiese alcanzado el status de “público” si eso dependiera de los propios multimedios. Solo la mención de esos temas en la Cadena Nacional, el canal estatal, algún canal de cable perdido y alguna que otra radio hicieron posible tal condición, y solo por un período de tiempo breve.
Sucede lo que afirma Nicolás Casullo en su artículo Una nueva vieja historia: “El regreso del tema (de los medios como objeto de análisis) en el propio mundo de la cultura aparece como “sorpresa”, o gesto “autoritario”, o lesionante de idea mítica de “libertad de prensa” como coro empresarial asumido por un nuevo intelecto conservador”.

Preguntad a la jaula

Según la corriente funcionalista (a través de autores como Lazarsfel y Merton), los medios masivos desarrollan actividades cuya consecuencia es el desempeño de funciones sociales homeostáticas. Una de esas funciones es la de conferir status. En la cotidianeidad de la circulación de noticias, los medios se ocupan de determinadas personas, instituciones o temas, a los que les asigna un status, visibilidad y (o) prestigio. Pero como afirma Heriberto Muraro –citado por Casullo- los noticieros de los medios masivos “mutilan y retocan las noticias, al tiempo que aparentan no tomar posición política”.
Dado que como los temas “calientes” como Ley de radiodifusión, Observatorio, etc., entraron a los medios por la puerta de atrás, (o sea, atentando contra los intereses de la difusión de ideología conservadora), el status que se les confiere es inverso al prestigio que se le otorga a otras cuestiones. Entonces el Observatorio de Medios es autoritario, y la Ley de Radiodifusión atenta contra la libertad de prensa.

Yo amo a la TV

¿Los medios hablan de los medios solo cuando tienen que salir a proteger sus intereses empresariales? No sería del todo acertado responder afirmativamente, pero sucede que el discurso autorreferencial no escapa a la lógica de construcción de la Industria Cultural.
Según Adorno y Horkheimer, (dos de los exponentes más importantes de la Escuela de Frankfurt), la Industria Cultural implica la producción, distribución y consumo de tipo industrial de la cultura. Esto deriva en una estandarización que inhibe la reflexión, promueve la repetición de las fórmulas del éxito, fomenta el conformismo y reconcilia a los consumidores de medios con el status quo. Incluso se apropia –para banalizarlo- del derecho a criticar. En este sentido operan (por ejemplo) algunos programas de televisión.
La televisión –que es cultura- se escuda de críticas reservándose el derecho a criticar. Y para ello desenfunda una gama de programas autorreferenciales que parecen apuntar a hacer visibles sus falencias. Pero están inmersos en la lógica de la Industria Cultural.
Esto se evidencia en programas de todo tipo; desde los del estilo de “Nosotros también nos equivocamos”, (nieto o bisnieto del “Perdona nuestros pecados” de Raúl Portal), donde se dice que la TV se equivoca, pero solo en cuestiones insignificantes, hasta el Paladín de la justicia audiovisual: Televisión Registrada, que parece que sí, (incluso engañó a unos cuantos), pero no. No es menor el hecho de que el invitado semanal, que generalmente alaba a los anfitriones, sea un personaje del mundillo de la farándula.
Claro que eso es sólo lo que aduciría un adepto a la teoría de la Industria Cultural. Un seguidor de Charles Wright sería menos apocalíptico, y afirmaría que esos programas no existen para confundir, distraer y alienar, sino para entretener. Otros no verían allí ninguna diferencia.

Memoria Selectiva

Afirma Casullo que el olvido temático de los medios masivos es una de las formas de la barbarie cultural que se padece. Porque pareciera que “el litigio sobre los medios parte hoy de un precario punto cero. Como si careciese de todo antecedente. No porta biografía.”
Así, las cuestiones que los comprometen son deliberadamente olvidadas por los medios. Pero el mayor problema reside en que cuando -de alguna manera- ciertos teman alcanzan la primera plana, no pasará mucho tiempo hasta que la Industria Cultural haga de los debates un chismerío, de las ideas meras ocurrencias, de lo complejo lo simple. De donde había algo, que no haya nada.
La Industria Cultural y el olvido temático operan complementariamente. Son cómplices de un crimen masivo: la primera mata, el segundo hace desaparecer el cuerpo.

17/10/08

Las medallas de papá

Por Celeste Lucca
“Pueden deshacerse de los judíos de esta fábrica ahora, como lo ordenó Hitler… o pueden irse. Volver a sus casas como hombres y no como asesinos”
Oskar Schindler a los miembros del ejército nazi, el día de la finalización de la segunda guerra mundial.

La cuna se balancea suavemente, como si estuviera siendo arrullada por brisas imperceptibles.
El pequeño refugio ampara en su interior a una dulce criatura… el bebé, de no más de un mes de vida, calladamente observa el techo.
Despreocupado se toma un pie y se lo lleva a la boca; balbucea palabras que aún no llegan a serlo; percibe directamente el mundo que, a su alrededor, no se deja detener por acontecimiento alguno. Él inocentemente juega, descubre, vive…
El sol suavemente comienza a descender a su antojo. Al igual que para el infante, la tierra no le representa preocupación alguna. Su existir transcurre sobre rieles de tiempo imposibles de ser medidos en longitudes humanas.
Por un período relativamente corto de sus vidas, ambos serán inmortales. Ésto en la medida en que no comiencen a ser conscientes de todo lo que los rodea.
Con la claridad de la luna como testigo de la escena, el bebé comienza a notar la falta de atención de algunos que están siempre. Suavemente emite débiles sonidos.
Con el paso desesperante de los minutos, su paciencia se da por agotada y reclama enérgicamente a gritos desenfrenados los cuidados de su madre.
La mujer, con gesto maternal, se aproxima hasta la cuna entonando una canción de arrullo para que el niño ceda en su pedido desgarrador.
"Schlaf, Kindchen, schlaf. Dein Vater hüt die Schaf. Deine Mutter schüttels Bäumelein, herab da fällt ein Träumelein. Schlaf, Kindchen, schlaf"
Gentilmente lo toma en brazos y camina con movimiento leves hacia la cocina.
Lo mece sobre un hombro mientras controla la preparación de la cena por parte de una de sus criadas.
La puerta principal se abre de un golpe. El frio exterior penetra veloz e hiriente en la calidez del hogar.
El padre ha llegado.
Con un movimiento rápido y preciso, calculado por su repetición diaria, se quita el grueso tapado del uniforme y lo deposita mecánicamente en el armario.
Su sonrisa se desborda al observar a su mujer y su recién nacido junto a la chimenea, juntos, esperándolo.
Con dos zancadas atraviesa la distancia que los separa, y los abraza tiernamente.
Toma al niño y se sienta en su sillón antiguo de terciopelo verde junto al fuego.
La criatura lo examina alegremente sin dejar de mirarlo ni por un segundo, hipnotizado por el timbre de la voz de su padre.
El hombre, embelesado ante el fruto tan refinado y puro de su cuerpo, lo acurruca tiernamente sobre su pecho. Le leerá, como cada día, los volúmenes completos de las Mil y una noches.
El bebé descansa, sin que nada pueda perturbarlo, a la vez que escucha a través del pecho de su progenitor las historias que, a pesar de ser aún ininteligibles para él, lo seducen hasta la fascinación que inevitablemente sentirá los primeros años de su vida.
El hombre observa como hechizado esa perfección que tanto ama plasmada en los rasgos de su hijo y lo mece incansablemente… el niño toma de la ropa de su padre un pequeño broche y juega con el.
El símbolo impreso en el objeto muestra una cruz de piernas desviadas en su medio, que se inclinan perpendiculares al centro. Derivada de su eje, negra sobre un círculo blanco, la simple e inofensiva figura mantiene como hechizado al infante.
Él, resguardado en su ingenuidad, no les teme.
Acurrucado dentro de esos brazos fuertes que lo protegen con su forma de media luna y que hoy representan su mundo entero, sabe que esto, eventualmente, dejará de tener sentido, y que el caminar desprendido de ellos bajo otro sol será para su vida motivo suficiente.

18/9/08

Las cosas que aún perduran


Por Sofía Bártoli de Palma

Es difícil olvidar las marcas en tu rostro. Esa cara en la que el tiempo se fue encargando de dejar sus huellas en forma de líneas que harían de su piel la más suave entre todas las sedas. La sonrisa perfecta con la carcajada constante. Esa mirada que a través de sus ojos pardos, llenaban los momentos más terribles de mi infancia. Cómo olvidar el sabor dulce de tus mates en una mañana de verano. Los jazmines que acompañaron siempre tu perfume, aún persisten, como si te esperaran, o como si supieran que aún seguís ahí. Las hojas esperan ser barridas, justo a las 11 de la mañana, cuando el aroma a la salsa recién preparada sale de tu cocina. Y el pan recién comprado llegaba a tu mesa.
Hoy el pan espera verte. Continúa llegando a la misma hora, en el mismo lugar. Tu silla a la derecha de la cabecera aún recuerda tus caderas y tu delantal a cuadros.
Esa voz. Ese toser constante en los momentos de nervios. Esa llamada al despertar que, a veces era molesta, pero siempre presente, hacia notar que no estábamos solos. Y no lo estamos. Se que estás acá, pero no te busco, quizás el miedo a que me des una respuesta es lo que me hace no buscarte, pero no por eso no extrañarte.
Cómo no extrañar tus mimos en la panza y tu cuerpo sentado tejiendo la más linda de las bufandas, mientras nos cuidabas en la enfermedad (a veces inventada para tener ese momento con vos). Aún nos cuidas, yo se que así es.
La limpieza era tu signo. El orden era tu estilo. La dulzura tu marca personal. Pocas lágrimas vi rodar por tu mejilla, pero muchas las vi contenidas. No te permitías llorar. Tampoco que nadie se lo permitiese por vos. Eso intento, todo el tiempo. Te juro que por vos lo intento. A veces se caen solas, perdón, pero son tan livianas que no las puedo controlar.
Y los jazmines esperan ser cortados. Las camelias adornar tu sala. Las fresias mezclarse con tu aroma. Te esperan. Saben que estás. Te extrañan. No más que yo.

26/8/08

Instrucciones para llorar

Julio Cortázar, "Historias de cronopios y de famas"

Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Recuerdos

Recuerdos que no son míos, nunca lo serán... y sin embargo, no puedo evitar tener.
Será posible...
Será que esta tristeza que me invade hoy se debe a que ya no estás en el mismo mundo que yo,a que tus muchas ideas, palabras, risas... a tu voz que logra calmarme hasta un punto inexplicable, nunca será parte de mi vida más que por tus libros y discos...
Será la melancolía irremediable de sentirte tan sólo a través de Oliveira, de ese tal Lucas, de las esperanzas (¿querrás decirme algo?), de tus instrucciones (que parecen intentar lograr que entienda que el mundo puede llegar a ser tan complicado que requiero de una hoja firmada por vos para comprender cómo subir una escalera), de un librito tuyo para querer saber cómo es Nicaragua, todos tus escritos leídos por vos para aprender a hablar en francés, de Rayuela para desear ser una bohemia inocente e ingenua que, sin tener para comer, vea morir a su bebé sin poder impedirlo y lo único que ame, además de a él, sea a vos...
Si, es.
Mi melancolía de hoy es por cómo te quiero, sin haberte visto ni una vez...
Será que sos mi ideal, pues sé que jamás podré alcanzarte... condición indispensable para amarte como a nadie...
Nunca veré en vos lo que tanto deseo ver... tal vez sea eso, precisamente, lo que me mantenga a tu lado para siempre...
A Julio Florencio Cortázar, argentino nacido en la embajada argentina de Bruselas un 26 de agosto, 94 años atrás. Medio de acá, medio de allá, medio de otros lugares.
Y si, completa y necesariamente platónico, para que mi psicóloga se dé un festín analizándome.
Y ustedes, ni hablar...

22/8/08


THE MAN WHO SOLD THE WORLD

We passed upon the stair, we spoke in was and when
Although I wasn't there, he said I was his friend
Which came as a surprise, I spoke into his eyes
I thought you died alone, a long long time ago

Oh no, not me
We never lost control
You're face to face
With The Man Who Sold The World

I laughed and shook his hand, and made my way back home
I searched for a foreign land, for years and years I roamed
I gazed a gazeless stair, we walked a million hills
I must have died alone, a long long time ago

Who knows? Not me
I never lost control
You're face to face
With the Man who Sold the World

Who knows? not me
We never lost control
You're face to face
With the Man who Sold the World

David Bowie

El hombre que vendió el mundo

Nosotros pasábamos por la escalera, hablábamos en era y cuando
Aunque yo no estaba ahí, él dijo que yo era su amigo,
lo que vino como una sorpresa, hablé en sus ojos:
“Pensé que habías muerto solo, hace mucho, mucho tiempo…
“¡Oh no!, yo no;yo nunca perdí el control.
Estás cara a cara……con el hombre que vendió el mundo”

Reí y sacudí mi mano, también hice mi camino.
Busqué en tierras extranjeras, por años y años yo vagué
Contemplé tu mirada, caminamos millones de colinas.
Debí morir solo, hace mucho, mucho tiempo…

¿Quién sabe? Yo no, Yo nunca perdí el control

Pequeñas satisfacciones pesimistas

Por Lázaro Retta
Con esta canción estoy empezando a escuchar algo de Nirvana. Había escuchado algo alguna vez pero de manera pasajera, nunca me interesé, nunca me comprometí. Ahora siento que tengo un vínculo, porque me quemó el coco un tema que hacen en el Unplugged de Mtv. Lo pongo una vez, y cuando termina lo vuelvo a poner.
Solo escuché esa versión, todavía no me dediqué a revisar la de estudio; estoy enamorado de ésta, temo que la otra no me guste y se rompa el encanto por la canción. Aunque a decir verdad, la melodía me encanta, pero lo que me atrajo fue la letra. Cacé el estribillo medio al pasar y recurrí a Internet para conocerla en su totalidad, porque el amigo Curt tiene una pronunciación muy particular, y a veces no alcanzo a entenderlo.
Después me pasó algo raro porque leí por ahí que a Cobain no le había gustado hacer ese acústico, o mejor dicho, se había arrepentido. Cuentan que dicen que dijo que se sintió como que “se habían vendido por unos dólares” o algo así.
A mí el tema aún me gusta, porque tiene la hermosura de la nostalgia. No entiendo cómo lo nostálgico puede ser bello y tan bello; conjeturo que debe ser la forma en que gozan los pesimistas. Pienso que los pesimistas disfrutan cuando encuentran gente que evidentemente está triste y sufre, como sufren los pesimistas; y entonces sienten que si otro siente como sienten ellos, después de todo quizás no estén tan solos. De todas maneras el goce de la nostalgia no es jubiloso, es reflexivo. Es un alivio antes que una felicidad.
En mi obsesión recién estrenada, seguí buscando y aprendí que la canción El hombre que vendió el mundo, (y no al mundo), había sido compuesta por David Bowie y lanzada en 1971 en el disco homónimo. En el final de la versión acústica de Nirvana, Curt había citado al autor con palabras sinuosas y cavernosas, pero yo no le entendí. No dejaré que este sorpresivo cambio en la manera que tendré de concebir la canción interrumpa mi indagación de Nirvana. A lo sumo se abrirá en el camino la posibilidad de -en otro pico de susceptibilidad musical- escuchar más del inglés agudo y bien inglés de Bowie. Supongo no está tan mal.

Título
“El Silencio”

Autor
Horacio Verbitsky

Editorial Sudamericana

Año
2006


Síntesis argumental
En el libro “El silencio”, el periodista Horacio Verbitsky lleva adelante el relato de la profunda división existente hacia adentro de la Iglesia Católica durante gran parte del siglo XX en Argentina; y particularmente su incidencia en ciertos hechos de la dictadura militar de 1976.
A través de dicha narración detalla el conocimiento y connivencia del secretario del Vicariato General castrense, el cardenal Emilio Teodoro Graselli con los acontecimientos que tenían lugar en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante el gobierno de facto.
El libro comienza con la descripción del traslado de dos grupos de detenidos de la ESMA a una isla del Tigre denominada “El Silencio” en septiembre de 1979. Dicha traslación se debió a la necesidad del gobierno militar de invitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por presión del presidente de los Estados Unidos James Carter, para desmentir los rumores existentes acerca de detenciones, desapariciones y torturas bajo el mandato de la Cúpula Militar.
Luego de esta introducción, el autor narra la experiencia de Graciela Beatriz Daleo, una militante montonera detenida y secuestrada en el Centro Clandestino de Detención que funcionaba en la ESMA.
A través de su historia puede verse reflejado el programa de “reeducación” que pusieron en marcha los militares en 1977 para evitar asesinar a todos los detenidos. Este proceso incluía visitas psicológicas y sociológicas para intentar, en palabras del capitán de fragata Jorge alias el Tigre Acosta: “convertirlos en agentes de inteligencia propios que contribuyeran a terminar rápidamente la confrontación”.
Así mismo, el testimonio de Daleo revela la participación de monseñor Graselli junto a los miembros del grupo de tareas de la ESMA en la reeducación de los secuestrados. El paso final de dicho proceso era la devolución de las víctimas a la sociedad, en la mayoría de los casos mediante su viaje y radicación en el exterior. Emilio Graselli era quién tramitaba las visas de los “recuperados” para que éstos pudieran viajar.
Luego de estos tres capítulos, Verbitsky relata, a grandes rasgos, la vida de Graselli: cómo decidió convertirse en cura y cómo llegó a ocupar el cargo de secretario del Vicariato General castrense, gracias al favor del, por entonces, arzobispo de Buenos Aires, vicario castrense, primado de la Argentina, profesor doctor Antonio, cardenal Caggiano.
Un capítulo es dedicado a la descripción de la Ciudad Católica, una organización que trajo consigo la “doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, la técnica de la tortura y el fundamento dogmático tomista”. Ésta fue creada dentro de las Fuerzas Armadas de Francia como respuesta a la amenaza del comunismo.
Cuando Charles De Gaulle desbarató la organización secreta que integraban los miembros de la Ciudad Católica -la clandestina Organización del Ejército Secreto (OAS por sus siglas en francés)- su capellán, Georges Grasset pactó con el capitán de corbeta Federico Lucas Rousillon la protección del gobierno de la Argentina a cambio de que dictara una serie de conferencias acerca de la lucha “antisubversiva” para los militares de la época. Grasset aceptó ser asesor de ese programa de adoctrinamiento.
Tanto el cardenal Antonio Caggiano como monseñor Emilio Grasselli, compartían las ideas de la Ciudad Católica y, por ende, las técnicas aplicadas por la dictadura de 1976.
Luego se describe la complicidad de la Iglesia con los militares, la cual aprovechaba la excusa de subversión para deshacerse de aquellos eclesiásticos que compartían las ideas de la “teología de la liberación”.
Así narra el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, luego de serles prohibido dictar misa por el arzobispo de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu y aconsejados por Jorge Mario Bergoglio de que dejaran de alfabetizar en las villas.
En los capítulos siguientes, Verbitsky detalla las situaciones similares que experimentaron varios familiares de secuestrados que iban a consultar a Grasselli en busca de información sobre las víctimas de los grupos de tareas.
El secretario del Vicariato General castrense les pedía los nombres y, al cabo de un tiempo, les informaba acerca del destino de esas personas.
“El silencio” relata los detalles que conocía Grasselli con respecto a las actividades de tortura que tenían lugar en la ESMA.
Finalmente se detalla una práctica de los militares de extorsionar a sus víctimas con las propiedades que éstas poseían, obligándolas a transferirlas a los militares mediante operaciones fraudulentas.
La última de estas operaciones que detalla Verbitsky es la compra de la isla “El silencio” por parte del grupo de tareas de la ESMA utilizando el DNI de uno de sus “reeducados”, Marcelo Camilo Hernández, a monseñor Emilio Teodoro Grasselli.
Ese lugar fue destinado a resguardar a los últimos secuestrados que poseía la ESMA en 1979, para no ensuciar el montaje preparado para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El Coraje

En El Banco le pidieron que reparara una picana eléctrica. Villani se negó, hasta que comprobó el estado en que quedaban los presos torturados con un transformador Varivolt conectado a la línea de 220.
Ese instrumento era muy dañino, producía quemaduras profundas, cuyo efecto Villani vio en la piel de otros detenidos.
Al cabo de un par de meses pidió que le trajeran la picana, que él la repararía.
Sin que lo advirtieran le colocó un capacitor de menor valor que el original, que transmitía menos energía

Mario Villani, ex detenido-desaparecido. Citado por Horacio Verbitsky en “El Silencio”.

La Verdad

“Un día Niño entró en su celda y le mostró un diario. En la portada se veía a un policía del sha de Irán, perseguido por un grupo de mujeres que pugnaban por arrancarle el uniforme.
- ¿A usted le parece que esto sería posible aquí? – preguntó Niño
- Si usted me pregunta si es posible que una turba los corra a ustedes por la calle, yo le diría que no lo creo – comenzó el prisionero-. Si lo que quiere saber es si alguna vez les pedirán cuentas, mi opinión es que sí.
- ¿Cree que habrá algún tipo de juicio?
- Sí
- Si hubiera un juicio, ¿usted declararía?
Si mentía y Niño se daba cuenta, perdería su confianza. Si decía la verdad podía enfurecerlo.
- Sí – respondió.
- ¿Y qué diría? – se demudó Niño
- La verdad
- ¿Diría que no me gusta torturar?
- Sí
Por un instante, el subibaja del poder se equilibraba.
- ¿Diría que cuando estoy de guardia de inteligencia me encierro en mi camarote y apago la luz?
- Sí
- ¿y que no contesto cuando me llaman para que crean que no estoy y otro interrogue a los prisioneros recién llegados?
- Lo diría porque es la verdad. Pero también contaría a quiénes sí torturó – concluyó el prisionero.”

Extraído de una entrevista citada por Horacio Verbitsky en "El silencio". El ex detenido-desaparecido demandó el anonimato de su nombre.

La palabra

Por Celeste Lucca
Cómo podría intentar expresar con palabras la sensación…
Temblar por dentro, que se erice hasta el último cabello de la base de mi nuca; que necesite contener la respiración, cerrar los ojos y permitirle a las lágrimas vencer las barreras de mis párpados…
Un llanto solapado, lento y anónimo.
Uno más que busca (¿inútilmente?) que tantas aberraciones no hayan sucedido…
Un llanto que grita perdón sin emitir sonido alguno…
Perdón pues tanto dolor fue causado por personas a las que no puedo evitar sentir parte de mí… por ser parte del pasado que, inevitablemente, me ha formado…
Perdón pues ellos fueron la personificación misma, la demostración viviente de que poseemos en nuestro interior lo mejor y lo peor de la humanidad…
Perdón pues asesinaron a otros que no fueron míos, pero lo son y lo serán para siempre…
Perdón pues se arrepintieron… y demasiado tarde…
Perdón pues no se arrepintieron nunca…
Perdón pues pervirtieron a tantas personas a las que sin llegar a comprender por qué, nunca podré dejar de amar… y su dolor, sus marcas, sus gritos, su lucha, sus vidas… sus muertes me hacen quién soy…
A pesar de no considerar justo expresar estas atrocidades con palabras, lo hago.
Si callamos, no luchamos… nos volvemos cómplices.

NUNCA MÁS