18/9/08

Las cosas que aún perduran


Por Sofía Bártoli de Palma

Es difícil olvidar las marcas en tu rostro. Esa cara en la que el tiempo se fue encargando de dejar sus huellas en forma de líneas que harían de su piel la más suave entre todas las sedas. La sonrisa perfecta con la carcajada constante. Esa mirada que a través de sus ojos pardos, llenaban los momentos más terribles de mi infancia. Cómo olvidar el sabor dulce de tus mates en una mañana de verano. Los jazmines que acompañaron siempre tu perfume, aún persisten, como si te esperaran, o como si supieran que aún seguís ahí. Las hojas esperan ser barridas, justo a las 11 de la mañana, cuando el aroma a la salsa recién preparada sale de tu cocina. Y el pan recién comprado llegaba a tu mesa.
Hoy el pan espera verte. Continúa llegando a la misma hora, en el mismo lugar. Tu silla a la derecha de la cabecera aún recuerda tus caderas y tu delantal a cuadros.
Esa voz. Ese toser constante en los momentos de nervios. Esa llamada al despertar que, a veces era molesta, pero siempre presente, hacia notar que no estábamos solos. Y no lo estamos. Se que estás acá, pero no te busco, quizás el miedo a que me des una respuesta es lo que me hace no buscarte, pero no por eso no extrañarte.
Cómo no extrañar tus mimos en la panza y tu cuerpo sentado tejiendo la más linda de las bufandas, mientras nos cuidabas en la enfermedad (a veces inventada para tener ese momento con vos). Aún nos cuidas, yo se que así es.
La limpieza era tu signo. El orden era tu estilo. La dulzura tu marca personal. Pocas lágrimas vi rodar por tu mejilla, pero muchas las vi contenidas. No te permitías llorar. Tampoco que nadie se lo permitiese por vos. Eso intento, todo el tiempo. Te juro que por vos lo intento. A veces se caen solas, perdón, pero son tan livianas que no las puedo controlar.
Y los jazmines esperan ser cortados. Las camelias adornar tu sala. Las fresias mezclarse con tu aroma. Te esperan. Saben que estás. Te extrañan. No más que yo.